Tres eran tres los que pudieron respirar el aire de aquel Río Grande, era un reflejo pero a la vez una realidad, aquél cristal que como fiel reflejo de una de las maravillas del mundo parecía duplicar su existencia, una sinfónica de fondo que parecía saliese directamente del auditorio a pesar de no ser asi y un amarillo albero que sólo tiene ese color dónde lo tiene. Ni siquiera la brevedad del momento pudo cuestionar el sabor inconfundible de mi Sevilla, a lo que sólo ella sabe.
P.D. Los pequeños detalles que hacen grandes los momentos y a las personas. Va por ustedes.