sábado, 10 de abril de 2010

SEX IN THE CITY (one)


Que nadie se de por aludido ni ofendido, es una de sus historias.

Y dicen que las mujeres somos exigentes.
Contemos la de aquella habitación, en tu piso céntrico, cuando la pasión podía desbordar los límites de la primera cita.
Era un chico, bien parecido, educado y un buenpartido. Decidieron ampliar sus conocimientos y quedaron para tomar el postre en casa.
Ambiente precalentado y ante la explosión de la máxima, él se puso a ordenar su ropa sobre el sillón, antes de percatarse de la urgencia de la situación. Perdió diez puntos.
La cosa podía haberse enmendado porque solo era el inicio, pero fue entonces cuando cometió el gran fallo, tras poner sus pantalones y camisa con las rayas definidas cual de plancha se tratara, se dejó los calzones blancos de ajuar española, y unos ejecutivos negros hasta donde el elástico alcanzare.

La primera regla antimorbo estaba ejecutada, a ver como levantaría todo lo derrumbado, porque ya eran veinte los puntos perdidos.

Ella dio otra oportunidad, deseosa de que aquella cita íntima fuera tan exitosa como las anteriores, solo amistosas.

Pareció recuperarse el tono, pero en poco rato, el solicitó en plena faena que no le tocara el cabello, que no quería despelucar. Esto asustó a la chica, y a cualquiera hubiera asustado.
Cuando en su neceser vió cepillo redondo y secador, asustose mas aún, y entre tanto y tanto, decidió que como amigos mucho mejor.
El nunca entendió por qué aquello no cuajó.

p.d. Después de tantos años, siguen siendo muy buenos amigos.